En estos
momentos sigo a otros 1.026 usuarios de la Red Social Twitter. Por mis gustos e
intereses la mayoría están relacionados con el periodismo o la literatura, pero
la práctica totalidad de los que son personas físicas, no empresas, ni
instituciones, revelan una gran atención por la actualidad política, social y
cultural. En general los veo como personas racionales, preocupadas por lo que
pasa a su alrededor y abiertas a dar su opinión y conocer la de los demás.
Honestos interlocutores en este debate, en corto y apresurado, que caracteriza
nuestra época. Como además, somos muchos los que no dudamos en “hacer retwit”
de aquellos “twits” que, por algún motivo, nos merecen poderosamente la
atención, la audiencia se expande, amplia, multiplica, más allá de nuestro
control.
De la
interminable e incansable sucesión de “perlas” que desfila ante nuestros ojos,
de esa curiosísima colección de brevísimas creaciones literarias -que poco se
prodiga la poesía en Twitter-, de pronto, alguna prosa, congela nuestro índice sobre
el ratón y rompe la cadencia de clics, obligándonos a leer dos, tres veces… y
nos gusta, nos gusta mucho. O nos plantea una duda, un desacuerdo, despierta
una emoción, a favor o en contra. No nos deja indiferentes. Ha tocado alguna
fibra interna de nuestro ser.
Tan breve
como su continente y pese a la profundidad de su contenido, volvemos al proceso
de hacer “scroll”, para que los “twits” sigan deslizándose sobre la lisa
superficie del monitor, y el dedo índice recupera su ritmo, como un metrónomo de
la información y proseguimos la tertulia digital, infinita, universal, enciclopédica,
dispersa y libre.
Pero la
caña de pescar estaba echada y algunas piezas han quedado prendidas de mi
anzuelo. ¿Por qué? Quien lo sabe. Escurridizas presas que me gusta exhibir a
todos, capturadas en Twitter.
¿Qué despierta a un pueblo y lo hace
rebelarse?
Imposible reprimir la exhibición de orgullo
compartido y cobrarse viejos agravios
Como resumir magistralmente todo un concepto
muy complejo
Dentro del problema, compartiendo la angustia
y el pesar.
Contesté: “Esta imagen vale muchos kilos de
palabras”
Ironía fina pero contundente.
Y como soy de los que creo que, aunque no me
gusta la “pacatería” de lo políticamente correcto, lo valiente no quita lo
cortés:
Esta es
mi pesca de esta semana. Me ha encantado presumir de mis “pescados” y no me
llames exagerado por decir que son “así de grandes”.
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