(Intervención de Mariano Rajoy ante el comité
ejecutivo nacional del PP. 18/06/2015)
La masa, el populacho, nos empeñamos en ir
contra el orden natural de las cosas y en desafiar los designios de la
providencia. Hacemos uso de todas las argucias, trampas y fraudes para impedir
que nos gobiernen los mejores, los más preparados, los más responsables, los
ungidos por el espíritu para acopiar el talento, la destreza, la lucidez, la
decencia y los mejores modales de urbanidad. Con esta milonga de la democracia,
que nos empeñamos en practicar, no aceptamos lo establecido como una verdad
inmutable, que existen personas, familias, sagas, destinadas a dirigirnos a los
demás, a gobernarnos con firmeza para corregir nuestras malas inclinaciones, a
castigarnos en nuestros desvíos, aunque con cariño, a exigirnos para lograr
aflorar nuestras capacidades pese a nuestra pereza. Ellos a cambio se
preocuparán de que podamos acceder a medios de subsistencia, para que no
interrumpamos nuestra labor productiva, y la reproductiva que provea de
reemplazos la mano de obra necesaria. Alguna vez tendremos también ocio y sana
diversión, incluso se excusarán algunos excesos menores ¿quien no se ha
achispado alguna vez? Y si la dura realidad de la vida que nos toca a la plebe,
al lumpen proletariado, nos angustia por momentos, los clérigos nos exhortarán
con sus sermones sabios a tener sumisión y esperar, esperanzados, una vida
futura mejor... en la otra vida.
Desde este convencimiento, Rajoy ha explicado
a sus secuaces que, pese a sus desvelos, sacrificios y acertadas políticas, les
sea negado el poder desde las calles y arrabales, se consumen burdas maniobras
y alianzas para expulsarles del mando de municipios y regiones, y se amenace su
continuidad detentando el gobierno de España.
Convencido como está de que: o son ellos o
vendrá el caos, espolea a sus cariacontecidas huestes a la batalla, a los
damnificados de la última cita electoral para recuperar las poltronas que, sin
duda, les son consustanciales y, a los que aún disfrutan del pesebre, a cerrar
filas, formar en cuadro, sin fisuras y pelear con todo lo que tengan a mano. No
parece haber espadones dispuestos a corregir los bruscos e innaturales giros de
la historia, pero tranquilos que Dios no lo permitirá. Rojos y anarquistas no
lograrán poner su mundo del revés.
No he podido evitarlo, según escuchaba el
discurso de Rajoy al Sanedrín del PP, se me agolpaban las sensaciones y, sin
poder evitarlo, he sufrido un proceso mental de razonamiento, que solo se
explica por un mecanismo de síndrome telepático de recepción de los más
profundos fundamentos ideológicos y claves culturales del Presidente del
Gobierno y líder del PP. Son una raza distinta, para ellos: la superior, y
nosotros: gentecilla, palurdos y horteras, no solo no los comprendemos, les
desafiamos.