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lunes, 12 de enero de 2015

DE RELIGIONES Y RESPETOS: LA BLASFEMIA, SU PENALIZACIÓN, DELITO CONTRA LA HUMANIDAD

Toda religión se reclama por sus clérigos como única, verdadera e incontestable, y hay, ha habido y habrá, unas cuantas. Demasiadas si contamos las sectas en que se dividen entre ellas. La razón nos dice que no son más que una mezcolanza de filosofía, normas de conducta que suplían al derecho positivo, recomendaciones útiles basadas en la observación y la lógica, mitos y leyendas que les dan imperativo mágico, o místico, para así prevalecer sobre los instintos más primarios. En algunos casos pretenden dar respuesta a preguntas eternas, que no obtienen certeza para el ser mortal y finito que se abruma ante lo ignoto. También son el recurso que provee de consuelo, alivio, resignación a las desdichas que nos acontecen. La fe que reclaman, sin condiciones, ni requisitos, ni explicaciones, nos reviste como una pretendida coraza ante lo que rechaza la razón, el sentido de la justicia y nuestros deseos de hallar la felicidad inalcanzable.

Toda persona, todos los seres humanos, tienen derecho a dotarse de unas creencias religiosas, de practicar unos ritos o investirse de una simbología, que les permita una práctica sentida de sus convicciones y que puedan compartir con otros que coincidan en su misma forma de sentir o comprender lo sobrenatural, o lo natural cuando se extrema y nos desborda en nuestras capacidades.

miércoles, 21 de abril de 2010

LA INTOLERANCIA ES EL VELO

El problema suscitado en un colegio público de Pozuelo, al pretender una alumna asistir a clase luciendo el “hiyab” islámico, debe debatirse precisamente desde la óptica de la labor educativa que tiene encomendada el colegio y la obligación, por tanto, de educar a esa joven, como a todos los demás.
Y la educación que se espera desde un sistema inspirado en los valores democráticos, y laico por añadidura, es precisamente la que permita erradicar cualquier comportamiento que suponga la discriminación basada en diferencias falsas, la falta de igualdad y la relativización de los derechos humanos fundamentales.
La imposición de signos externos, en el vestir o en el tocado y arreglo personal, a partir de las interpretaciones “doctrinales” de clérigos de cualquier confesión religiosa, se ha debido al interés manifiesto de separar a fieles de infieles, a propios de extraños, a sometidos de independientes. En muchos casos estas diferenciaciones se unían no solo a la creencia, también a la etnia, la tribu, la nación y, en demasiadas ocasiones, sirven para discriminar y marcar diferencias sociales (las castas), educativas y de genero, siendo en estas ultimas evidente el papel secundario y sometido de la mujer frente al varón.
Tendrá el sistema educativo y los centros que lo desarrollan y aplican que ser consecuentes con los valores que lo inspiran y que, se suponen, lograrán formar ciudadanos mas conscientes, responsables, capaces, libres, tolerantes y solidarios. Por ello no es aceptable que se permitan comportamientos que cuestionan abiertamente los objetivos de educación en igualdad y tiendan a resaltar los elementos diferenciales subjetivos.
Ese debe ser el mensaje educativo y el justificante de la norma y reglamento, que la intolerancia es el velo, ese signo externo que relega a la mujer a una condición secundaria, sometida al hombre y la señala como un oscuro objeto de incitación al pecado confesional. Detrás de una mujer con velo hay hombres que se lo imponen y eso es lo inadmisible desde el concepto de libertad.