Tal es el estado de shock en
el que nos encontramos que aún no sabemos, no atinamos, con la respuesta que
hay que dar a la actual situación en la que se encuentra Europa, y de la que el
cierre de la Radiotelevisión griega (ERP) es un síntoma cualitativo, que
debería encender todas, sin excepción, las alarmas que anuncian el desastre.
La entrega de todos los
recursos del Estado al poder privado so pretexto de, uno: evitar la injerencia
del Estado sobre la actividad “libre” de la economía y las empresas; dos: lograr
el funcionamiento más eficiente de los servicios que ese Estado presta a la
sociedad, establece, con la medida adoptada por el gobierno griego, una hoja de
ruta de consecuencias inestimables, pero que atentan contra los cimientos del
sistema de libertades que conforma la democracia y revela, en toda su crudeza,
la destrucción del estado de bienestar, que ha sido la seña de identidad de la
cultura más justa, igualitaria y solidaria aplicada en lugar alguno, surgida
del trauma extremo de dos grandes guerras mundiales en el corto espacio de
cuarenta años, y las consecuencias de los totalitarismos políticos más
sangrientos y sistemáticos de la historia: el fascismo-nacionalsocialismo y el
comunismo.