Este primer post por una propuesta política nueva, que
salve las carencias existentes en el panorama español, es el inicio de un empeño en promover la
reflexión y el debate necesarios para articular un discurso que contenga la
alternativa programática a aplicar, para remontar la crisis económica actual.
Pero no solo se trata de articular una propuesta teórica con posibilidades
reales de ser llevada a la práctica, se quiere responder a la necesidad de los ciudadanos de volver a
tener ilusión, personal y colectiva, por el esfuerzo de rehacer lo
deshecho, corregir los errores, valorar objetivos que merezcan la pena y el
sacrificio y sentir que el futuro nos
pertenece y que podemos ser protagonistas soberanos de nuestro devenir como
seres libres.
Aunque la situación en
España es, por inmediato, lo que precisa de la atención más urgente, la Propuesta Política Radical Demócrata
tiene que ser, en sí misma, “proyectable” sobre el conjunto de la Unión Europea. La realidad innegable de
una Europa desestructurada, sin coherencia política en lo que pretende ser el funcionamiento
integral de sus instituciones, sin relaciones internacionales unitarias,
cohesionadas y firmes y carente del objetivo esencial de llevar a sus
ciudadanos a un sistema social de igualdad, solidaridad y bienestar, gravita
como un peso muerto sobre todos e impide avanzar en pos de lo que nos une,
antes al contrario, favorece la reaparición de los viejos males del
nacionalismo, el totalitarismo y la dualidad socio-económica, todos ellos
precursores de los estados insurreccionales y de la quiebra de la paz.
Pero al hablar de
radicalidad democrática se quiere significar que no basta con los aspectos
formales de escrutinio de la voluntad popular para creerse inmersos en un
sistema real de libertades y que las características de ese modelo radical debe
ser la mejor complementariedad de democracia
directa, representativa, deliberativa, participativa y social con la
observancia rigurosa de los derechos de
libertad de reunión, de expresión y de organización.
Habrá pues que establecer casos,
y niveles de la organización social y política, en los que la voluntad popular
debe poder ser expresada sin intermediarios, en asamblea ciudadana o referéndums.
El poder legislativo residenciado en parlamentos debe fundamentarse en la
representatividad más justa para con el principio: un ciudadano un voto, en su
consideración cuantitativa y cualitativa: mismo valor para los votos independientemente
de la circunscripción y en la posibilidad real, de los votantes, de exigir
responsabilidades a sus representantes por lo actuado. Los ciudadanos,
individual o colectivamente, tienen que tener oportunidad de deliberar, opinar
y proponer sobre las medidas que les afectan y formar parte de órganos
específicos de intervención, en la toma de decisiones cuya aplicación y
efectividad es inmediata en el tiempo y en el ámbito de actuación. Finalmente,
la articulación de la sociedad civil en organizaciones legítimas tiene que
tener inexcusablemente encaje, formando parte de organismos que respondan a la mejor conciliación de los múltiples
intereses colectivos, corporativos, económicos y sociales que coexisten en el “demos”.
La máxima referencia -“a
modo constitucional”- de una Propuesta Política
Radical Demócrata solo puede ser la Declaración
Universal de los Derechos Humanos del 10 de diciembre de 1948, adoptada por
la ONU en París y como elementos de
aplicación práctica todos los contenidos de los Pactos Internacionales de Derechos Humanos y sus Protocolos que se
vienen produciendo y que en su conjunto configuran la Carta Internacional de Derechos Humanos.
Pero para que todo no quede
en meras declaraciones grandilocuentes y/o en simples enumeraciones de teóricos
derechos, sin aplicación práctica real, la política radical demócrata debe fundamentarse
en una acción tendente a:
-
que todos los ciudadanos desde la cuna dispongan de las mismas oportunidades en
materia de educación, sanidad, vivienda y alimentación y el conjunto social garantice
la no exclusión, de nadie, de estos servicios sociales.
-
que todos los ciudadanos puedan atender a sus necesidades básicas mediante la
obtención de rentas con el esfuerzo de su trabajo, ejercido libremente y en
condiciones dignas.
-
que cuando no es posible el ejercicio del trabajo, en parte o en su totalidad,
se garantice la atención social para cubrir esas necesidades básicas sin
exigencias contrarias a la dignidad y libertad del individuo.
Estas premisas pretenden contrarrestar
la dinámica, que todo el ciclo humano conocido ilustra, de la confrontación por
motivos de propiedad, de riqueza, de poder y posesión en suma y que solo la
relativización de la “privacidad de la propiedad”, el reparto de la riqueza
disponible para atenuar desigualdades y la “normalización” de las relaciones
que operan sobre intereses concretos para objetivar estas y evitar supremacías
insuperables, permiten periodos de paz y desarrollo en todos los órdenes.
Se puede afirmar que al
igual que: “la energía no se crea, ni se destruye, se transforma”, tampoco se
crea o se destruye la riqueza, “se reparte o se acumula”. Y con la riqueza va
unido indisolublemente el poder y el acaparamiento de riqueza, ergo: acaparamiento
de poder, es contradictorio con el principio de que el poder reside en el
pueblo, en los ciudadanos y que el ejercicio de este poder colectivo y
compartido es lo que confiere su verdadero sentido a la democracia y permite a
los seres humanos sentirse libres.
En sucesivos post se irán
detallando nuevos puntos de la Propuesta
Política Radical Demócrata hasta tratar todos los elementos fundamentales
que la componen. Es esta una invitación al debate, dirigida a todos los que están
hartos y frustrados con lo que hoy se nos ofrece en la panoplia ideológica,
desde unos partidos políticos escleróticos en sus reflejos intelectuales, viciados
en su funcionamiento, desconectados de la realidad y sordos al clamor popular.
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