Decir que el voto solo puede
ser ejercido por las personas parece una obviedad pero hay que insistir en ello
obligadamente, por un ejercicio de pedagogía política ya que, fácilmente, se
cae en el error de invocarse pretendidos derechos, atribuibles a entidades
abstractas, formales o convencionales que tienden a justificar la sobre-valoración de unos votos sobre otros. Votan
los individuos. No votan los territorios, ni los kilómetros cuadrados, ni los
accidentes geográficos, ni los monumentos, ni las lenguas, ni los estándares
económicos, culturales o sociales, ni la historia, ni las creencias religiosas
o filosóficas.
Cada
persona un voto. Y al hacerlo pesarán sobre esta persona
todos los condicionantes que concurran en su albedrío sin duda, pero no se
puede afirmar, en puridad democrática, que nadie pueda considerarse con derecho
a establecer, para su voto, un valor superior al de cualquier otro ciudadano.
La afirmación inicial tiene por tanto que entenderse con una doble exigencia, la de igualdad
cuantitativa: nadie puede depositar más de una elección, y la de igualdad
cualitativa: cada voto es igual y tiene el mismo peso resolutivo que cualquier
otro voto.
Este principio es
fundamental y a él debe supeditarse el diseño del sistema electoral, de los
protocolos que rijan el plebiscito. Afectará de forma muy especial al
establecimiento de las circunscripciones y distritos electorales y al número de
representantes a ser elegidos en cada una de esas circunscripciones. El ratio: número de electores/número de
elegidos debe tender a la perfección, que sería la igualdad del resultado en
todas las circunscripciones convocadas.
El
sistema que permite a los ciudadanos complementar la ponderación de la
propuesta política a aplicar con la cualidad del candidato que la encarna, es
el de los distritos uninominales, un ámbito donde se elige a
un solo representante de entre los pretendientes al mismo puesto (escrutinio uninominal mayoritario). Este sistema
le da un valor a la ideología que inspira un programa determinado y encomienda
al candidato la responsabilidad de merecer la confianza personal de los
electores en sus méritos y capacidades, así como en la coherencia con los objetivos
y soluciones ofertados por la organización que lo avala.
Los
candidatos deben poder ser avalados en la presentación de su candidatura por
partidos políticos legales o por agrupaciones de electores, siendo en este
segundo caso agrupaciones distritales y para un solo candidato, creadas
expresamente para unas elecciones determinadas y disueltas tras su celebración,
legalizadas “ad hoc” y sin ningún tipo de coordinación, unión, federación o
confederación entre ellas. Los candidatos de partidos deben ser elegidos
previamente en elecciones primarias internas pero bajo condiciones de conocimiento
público y transparencia en sus procesos.
En el caso de las elecciones
para Cortes Generales, la supresión del
Senado y el aumento del número de Diputados del Congreso entre cien o ciento
cincuenta mas, permitiría componer una institución unicameral más amplia y
representativa y mas adaptable al sistema de distritos uninominales.
Cada
convocatoria electoral y cada candidato deben llevar un control presupuestario
y económico propio que reflejará todos los gastos e ingresos en
que se incurran, con detalle del origen de los ingresos y justificación del
gasto y que se cerrarán tras le celebración de las elecciones y presentadas al órgano
de fiscalización oficial que corresponda (Tribunal de Cuentas) para su
comprobación. En cualquier caso, los presupuestos de campaña tendrán un mínimo
garantizado por el Estado en metálico o en especie, igual para todos los
candidatos y un máximo al sumarse los fondos provenientes de aportaciones
voluntarias o repartos de fondos organizativos propios.
Las vacantes en cargos
electos que se produzcan durante el mandato deberán ser cubiertos por
elecciones parciales, para el resto de periodo de mandato y siempre que este
resto no sea inferior a seis meses.
En sucesivos post seguirán nuevos
puntos de la Propuesta Política Radical
Demócrata hasta tratar todos los elementos fundamentales que la componen.
Es esta una invitación al debate, dirigida a todos los que están hartos y
frustrados con lo que hoy se nos ofrece en la panoplia ideológica, desde unos
partidos políticos escleróticos en sus reflejos intelectuales, viciados en su
funcionamiento, desconectados de la realidad y sordos al clamor popular.
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