Tal es el estado de shock en
el que nos encontramos que aún no sabemos, no atinamos, con la respuesta que
hay que dar a la actual situación en la que se encuentra Europa, y de la que el
cierre de la Radiotelevisión griega (ERP) es un síntoma cualitativo, que
debería encender todas, sin excepción, las alarmas que anuncian el desastre.
La entrega de todos los
recursos del Estado al poder privado so pretexto de, uno: evitar la injerencia
del Estado sobre la actividad “libre” de la economía y las empresas; dos: lograr
el funcionamiento más eficiente de los servicios que ese Estado presta a la
sociedad, establece, con la medida adoptada por el gobierno griego, una hoja de
ruta de consecuencias inestimables, pero que atentan contra los cimientos del
sistema de libertades que conforma la democracia y revela, en toda su crudeza,
la destrucción del estado de bienestar, que ha sido la seña de identidad de la
cultura más justa, igualitaria y solidaria aplicada en lugar alguno, surgida
del trauma extremo de dos grandes guerras mundiales en el corto espacio de
cuarenta años, y las consecuencias de los totalitarismos políticos más
sangrientos y sistemáticos de la historia: el fascismo-nacionalsocialismo y el
comunismo.
El neoliberalismo más
salvaje se extiende de confín a confín. Los intereses de los grandes grupos económicos
y su afán de poder omnímodo, se imponen sobre las obligaciones de los políticos
de actuar en beneficio de sus conciudadanos y representar la soberanía popular.
De manera decidida no dudan en corromper a los que precisan o destruir a los
que se les oponen, detentar los puestos claves de decisión con la imposición de
funcionarios y tecnócratas sometidos a sus dictados, manipular a la opinión
pública con los medios de comunicación que les pertenecen y crear el caos económico
con la especulación salvaje y la manipulación de los mercados financieros, desembocando
en la crisis actual que sirve de caldo de cultivo favorable al virus que
propagan.
Da comienzo la fase de
destrucción planificada, sistemática e irreversible, de todos los instrumentos
públicos que, hasta ahora, debían funcionar al servicio de los intereses
generales de la sociedad.
Con la “crisis” como
coartada, con la invocación de valores morales discutibles, cuando no caducos,
avalados por clerecías integristas que anhelan volver al “poder detrás del
poder”, con el pretexto del desempleo, la marginalidad y la pobreza creciente,
como emergencia social que exige medidas duras, inexcusables, impuestas a
despecho de las asociaciones civiles que, como los sindicatos, deben participar
en nombre de los colectivos ciudadanos afectados, con la mediatización de los
instrumentos de la justicia para hacerla ineficaz, cuando no claramente parcial
y, con el robustecimiento y discrecionalidad de la aplicación de medidas
represivas, basadas en la utilización de las fuerzas de seguridad para impedir
el ejercicio de los derechos ciudadanos, ejerciendo progresivamente la violencia
directa contra los disidentes o contra el pueblo en sus manifestaciones
públicas multitudinarias.
El escenario final es un
continente de regreso a un sistema de relaciones basado en la preponderancia
absoluta del poder económico, oculto tras una apariencia formal de democracia,
justificada por el hecho de poder votar cada cierto tiempo, pero en condiciones
de control que hagan inocua la posibilidad de cambio real, con una estructura
productiva desregulada e inhumana, que compita -a voluntad y arbitrariedad de
los patronos-, con otros sistemas desregulados e igualmente atentatorios de la dignidad
de la persona, todos rayanos en la esclavitud, y donde la falta de servicios
públicos esenciales y de igualdad de oportunidades generé el grado de angustia
suficiente para forzar el servilismo y la sumisión de las masas.
Grecia, España, Turquía,
Portugal, Irlanda… la Peste recorre Europa de nuevo. Unos lo niegan, otros
quieren convencernos de una maldición divina inapelable, algunos afirman estar
luchando contra ella, pero somos los ciudadanos los que no sabemos, no
atinamos, a reaccionar. Aún no nos lo podemos creer.
3 comentarios:
Se puede decir mas alto, pero no mas claro. Extraordinario Paco.
Se puede decir mas alto, pero no mas claro. Extraordinario Paco.
Se puede decir mas alto, pero no mas claro. Extraordinario Paco.
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