¿Cada persona un voto? Sí,
pero… ¿para qué? La respuesta a la pregunta
es la que puede dar contenido y valor al principio o limitar todo a una figura
estética sin ningún efecto real sobre los problemas de la sociedad y menos aún proporcionar
soluciones. En mi post anterior afirmaba: “…la
democracia como hecho formal es insuficiente, necesita del equilibrio social y
económico para ser realmente el sistema en el que todas las personas son
iguales y consideran satisfechas las expectativas de obtener una adecuada solución
a las situaciones de desigualdad, desamparo u objetivamente injustas.” Por lo
que la pregunta vuelve a ser la misma: ¿Democracia? sí, pero… ¿para qué?
Es que si todo se reduce a
contar el contenido de las urnas, para saber qué partido consigue el poder de
gobernar, como mejor le parezca, hasta las siguientes elecciones en las que el
pueblo ratificará su gestión o lo sustituirá por otro con el mismo omnímodo poder,
no cabe hablar de democracia mejor ni peor, ni perfecta o imperfecta, ni impecable
o degenerada. Vota, observa y calla hasta la próxima vez que se coloquen las
urnas.
Ahora bien, si pensamos que
el sistema de libertades que da valor a la democracia es la vara de medir la
calidad de la misma y que la libertad no deja de ser una entelequia sin
igualdad efectiva, es cuando podemos calificar el estado de la democracia y
señalar las deficiencias a corregir. Si creemos que los derechos de los
ciudadanos amparados por la misma constitución, quedan vulnerados cuando no son
los mismos por mor del territorio donde habitan, de la religión que profesan,
de la lengua que hablan, del color de su piel, del sexo, no podemos olvidar las
diferencias de cuna, de clase social, de fortuna, de oportunidades…